Por Luz Lassizuk
¿Por qué no
nos animamos a hacer un cambio radical en nuestras vidas? ¿Por qué, sabiendo
que no estamos conformes con una situación, la toleramos? ¿Por qué esperamos
que los cambios se den solos e instantáneamente en lugar de generarlos,
arriesgarnos? ¿De dónde vienen los miedos que nos angustian y nos paralizan?
El cerebro
humano está “programado” para la supervivencia. Sobrevivir en este mundo
implica, en principio, optimizar los recursos para lograr resultados rápidos y
efectivos. Ya sea salir a cazar para conseguir comida, escapar de un animal
salvaje, tener éxito en los estudios o en los negocios, el cerebro busca
siempre realizar aquellas acciones que sean más efectivas para conseguir lo que
buscamos. Una vez que encuentra una “solución” intentará repetir el
procedimiento una y otra vez, automatizarlo, con el objetivo de “hacer siempre el
camino más corto”.
Así, tendemos
a transitar los mismos caminos para ir a los mismos lugares (literal y
metafóricamente hablando). Y, de ese modo, cada vez tenemos que “pensar” menos
para realizar nuestras acciones. Ya sea elegir las calles por las que
transitaremos, el restaurante en el que almorzaremos, el delivery al que
llamaremos, la ropa que usaremos para una ocasión especial o incluso el trabajo
que buscaremos o el viaje que realizaremos, nuestro cerebro tenderá a hacer el camino más corto
recurriendo a los “surcos” conocidos por él. Eso es exactamente lo contrario de
usar el cerebro creativamente.
¿Por qué
sucede esto? Porque cuando transitamos en terreno conocido no solamente
“ahorramos” tiempo de pensar y optimizamos los resultados sino que también nos
sentimos seguros. Así, lo conocido se transforma en nuestra zona de confort, nuestra zona de
seguridad. Lo cual no significa que, efectivamente, lo conocido nos resulte
placentero sino, simplemente, que al ser conocido sabemos cómo debemos actuar o
se espera que actuemos.
Por ejemplo,
un trabajo que no nos gusta, una pareja con la que no nos llevamos bien pero
estamos hace tiempo, o un entorno que no nos estimula pero al que estamos
acostumbrados forman parte de nuestra zona
de confort. No sentimos placer pero al mismo tiempo, en tanto sabemos cómo
funciona, lo que se espera de nosotros y lo que podemos esperar, nos es cómodo.
Nuestra zona de confort es nuestra
zona de comodidad, independientemente de que estemos o no a gusto en ella.
Salir de la zona de confort implica, ante todo,
realizar un cambio en el modo de pensar. Dejar de transitar los mismos surcos
de pensamiento a los que estamos acostumbrados y animarnos a crear nuevos
caminos para transitar. Por naturaleza, nuestro cerebro sólo piensa de modos
alternativos ante una amenaza o peligro concreto. Pero en condiciones normales,
tendemos a repetir hábitos, a apegarnos a las costumbres. Ser creativo requiere, entonces, un esfuerzo.
Ser creativo
consiste tener la capacidad de encontrar caminos alternativos a los que estamos acostumbrados, tener ideas
nuevas acerca de cómo enfrentar o resolver una situación, desarrollar nuevas
formas de llevar adelante nuestros proyectos y, en general, nuestras vidas.
Algunas personas utilizarán su creatividad para generar obras de arte, otras
para aumentar las ventas de su empresa, otras para realizar inventos
innovadores, y otras para renovar su presente, salir de su zona de confort.
En muchos
casos, esta ruptura creativa con lo conocido nos atemoriza. Y el miedo es una
de las principales causas de bloqueo creativo. ¿Por qué tenemos miedo? Porque,
como ya se dijo, nuestro cerebro tiende a estar cómodo en lo conocido.
Lo desconocido
da miedo, pero es en lo desconocido en donde encontraremos las pistas par el
cambio que buscamos. Es sabido que seguir los mismos patrones de conducta
conduce, en general, a los mismos resultados. Si sentimos que necesitamos
cambiar algún aspecto de nuestras vidas (o todos!) no hay más remedio que
adentrarnos en lo que no conocemos ni sabemos cómo resultará.
La cuestión
es que, en el fondo, la zona de confort es una falsa zona de seguridad ya que
en realidad nunca sabemos qué nos depara el destino. Nuestra realidad puede
siempre cambiar de un día para el otro. Y el modo en que lidiemos con esos
cambios dependerá de cuán creativos seamos.
¿A qué tenemos
miedo? A fracasar, a tener éxito, a lo que piensen los demás, a lo que digan
los demás, a que el esfuerzo no sea suficiente, a que no logremos la
perfección, a no poder sostener lo que conquistamos. Todos estos miedos y
pensamientos negativos provienen, en realidad, del temor a salir de nuestra
zona conocida.
Para animarse
a enfrentarlos y traspasar lo conocido para ir más allá, una buena técnica es
pensar la vida como la creación de una obra de arte.
Cuando un
artista se propone crear una obra, puede tener de antemano la idea de lo que quiere
lograr, pero nunca sabe exactamente cómo será la obra al terminarla. Eso lo
descubrirá en el proceso de creación. En dicho proceso irán sucediendo cosas,
se le irán ocurriendo nuevas ideas, la obra se irá expandiendo, el artista
corregirá lo que no le gusta, se animará a probar y cuando sienta que es el
momento dará su obra a conocer, no sin saber que si tuviera más tiempo seguiría
modificando la obra y/o que en la próxima obra que realice mejorará tal o cual
cosa o utilizará tal o cual idea que surgió en esta creación. El proceso
creador de un artista consiste en animarse a ir camino a lo desconocido. Se suele decir que si el artista
sabe exactamente cómo será su obra antes de empezar a crearla, esa obra ya está
muerta antes de existir.
La misma idea
puede aplicarse al ámbito de la vida de cada uno que necesite ser revisado,
transformado. La creatividad es
descubrimiento. Sólo animándonos a salir de lo conocido y dirigirnos hacia
lo desconocido es que podemos aplicar la creatividad a nuestras vidas. En ese
proceso, que es de búsqueda, surgirán nuevas ideas, intereses, obstáculos, que
iremos una y otra vez eligiendo o no. Porque ser creativo, en el ámbito que
sea, implica animarse a transitar y disfrutar del proceso.
Si no damos
tiempo al proceso y esperamos que el resultado sea inmediato (y así pasar rápidamente
de una vieja zona de confort a una nueva) probablemente nos frustremos y los
miedos se renueven y hagan más fuertes. Los miedos son un intento del cerebro
por volver a lo conocido. Es importante saber que si no los escuchamos y nos
animamos a dar un paso más allá de lo cómodo, finalmente llegaremos a un nuevo
lugar, con nuevas sorpresas, experiencias y desafíos que nos hará sentir vivos.
De cualquier
modo, siempre es posible retroceder y volver a nuestra zona de confort. Lo
difícil es animarse a salir de ella para conocer lo nuevo que nos espera.
Si tenemos el
deseo de un cambio y lo desoímos, ese deseo volverá. Y, en definitiva, lleva
más esfuerzo desoír un deseo que trata de hacerse escuchar, que intentar ir
tras él y ver qué sucede en el camino.
Seguir el
deseo lleva siempre a buen puerto, dicen por ahí. Ser creativo es, nada más ni
nada menos, que animarse a escucharse a uno mismo y a descubrir nuevos modos de ser consecuente con ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario