ALGO EN ÉL
I.
No hay luz. Se escucha
una conversación a oscuras.
MORA: Estás durmiendo?
DAMIÁN: Yo no. Vos?
MORA: Tampoco.
Silencio.
DAMIÁN: Creía que sí pero cuando me hablaste me
di cuenta de que estaba pensando. ¿Tenés frío?
MORA: Un poco.
DAMIÁN: Acercate más. Ponete acá.
MORA: Estoy bien acá.
DAMIÁN: ¿Sabés en qué pensaba?
MORA: No…
DAMIÁN: El día que nos íbamos a pasar la tarde
al río. Cuando cruzaste por el medio de la avenida corriendo para comprar algo
que nos olvidábamos. ¿Qué era? ¿Una gaseosa?
MORA: Puede ser, una gaseosa, no sé…
DAMIÁN: Tenías puesto un saquito amarillo, de
una lana suave y un pantalón violeta de bambula. Te pasaron los autos muy
cerca. Y yo te veía de espaldas corriendo como si nada, como si flotaras entre
todos los autos. Y ahí me vino una sensación terrible al cuerpo, como un
temblor por adentro. Me di cuenta de que si te pasaba algo me iba a dar una
tristeza que se no se me iba a ir nunca.
MORA: Damián, no empieces…
DAMIÁN: Después volviste a cruzar, con una
sonrisa enorme y me diste un beso. Ni siquiera te imaginabas todo lo que yo
había estado pensando mientras no estabas. Nos subimos al tren y vos te sentaste al lado de la ventana.
MORA: Damián, por favor. Intentemos dormir,
dale.
DAMIÁN: La luz del sol te iluminaba la cara.
Mirabas el paisaje como una nena que se va de vacaciones y se sorprende de todo
lo que aparece en el camino. Llegamos
al río y pasamos la tarde
mirando el agua…
Se prende la luz. Se ve un sillón en
el living de una casa después de una fiesta. Hay una mesa ratona con botellas
semivacías y vasos de plástico usados, y una mesita con una lámpara pequeña. Al
costado, del lado derecho de la escena, un sillón de un cuerpo. A la izquierda
una puerta ventana y al lado una silla con muchos abrigos apilados. Damián recostado, Mora en la punta derecha con la mano en el interruptor
de la lámpara. Mora y Damián se quedan en silencio observándose un rato.
MORA: Desde que te conozco, creo que esto es lo
más cursi de todo lo que me dijiste. ¿Vos te das cuenta de eso? ¿Vos te das
cuenta de lo cursi que sos? ¿Vos realmente creés que eso a mí me puede seducir?
¿Vos te creés que la sensibilidad masculina seduce a las mujeres? Eso pasa en
las películas, Damián, solo en las películas la chica se enamora del sensible y
deja al otro. A mí no me pasa, no me va a pasar nunca.
DAMIÁN: Es lo que siento,
Mora. No sé…te lo quise decir, que lo supieras. Me dijiste que no te grabe más
cassettes, pero no me quiero guardar las cosas.
MORA: No hablemos
de los cassettes. No puedo creer que sigas con eso. Es un sistema obsoleto
Damián, ya no lo usa nadie.
DAMIÁN: Si bueno,
pero es algo lindo, como escribir una carta en papel, que ya no se hace y por
eso es más lindo si hoy en día alguien…
MORA: Damián.
DAMIÁN: ¿Qué tiene?
A mí esas cosas me gustan. Como las serenatas también que ya no se hacen, o
también los paseos en mateos o…
Entra Leo y se queda en la puerta.
LEO: ¿Les molesta
si me quedo acá? En el otro cuarto era muchos, prefiero quedarme con ustedes
porque los dos me cayeron bien.
DAMIÁN: Sí…pasá,
acá hay un lugar. Nosotros íbamos a dormir un rato…
MORA: Hasta que se
haga de día y después nos vamos.
Leo se acomoda en un sillón de un cuerpo, al costado de
Mora, se tapa con su abrigo y se acomoda para dormir.
DAMIÁN: (a ella por lo bajo) A veces me haces
sentir muy solo. No te reconozco a veces. Las cosas están cambiando. Yo estoy
cambiando.
MORA: Damián, el
quiere dormir y yo también. Lo hablamos en otro momento, ¿puede ser?
Mora extiende una mano para apagar la luz.
DAMIÁN: (en voz baja) No apagues.
MORA: Pero vamos a
dormir...
Damián hace un gesto señalando a Leo. Mora mira a Leo que
duerme, vuelve a mirarlo a Damián, se encoge de hombros. Damián vuelve a
señalar a Leo con la cara. Damián se levanta y le indica a Mora que cambien de
lugar en el sillón. Mora se niega. Damián insiste. Mora, con un gesto de
hastío, se tapa con su abrigo, se recuesta sin cambiarse de lugar y cierra los
ojos. Deja la luz prendida. Damián vuelve a sentarse en su lugar, se queda
despierto y de brazos cruzados. Leo empieza a hacer sonidos con su boca
mientras duerme. Mora y Damián lo escuchan, Mora abre los ojos. Los dos lo
miran, se miran. Leo abre los ojos, Damián le ofrece algo para tomar. Él no
acepta. Mora no puede dormir.
LEO: Yo una vez me
peleé con una novia que tenía. Yo estaba enamorado, enamorado de verdad. La
miraba y me parecía que no le podía encontrar ningún defecto. Era flaca, pelo
castaño, ojos claros. Era inteligente, le gustaba leer, me leía cosas. Tres
años después me la crucé. No me pasó nada. Y no sólo que no me pasó nada, me
pregunté ¿qué era lo tan maravilloso que yo creía encontrar en ella antes? Y no
sé, la verdad, no sé… Lo que quiero decir es que a veces eso pasa, que uno cree
cosas que con el tiempo no son. Hoy vos pensás que si a ella le pasa algo la
tristeza no se te va a ir más, y tal vez mañana le pasa algo y te da lo
mismo…No sé… como poder puede pasar.
DAMIÁN: ¿Vos…
estuviste escuchando toda la conversación?
LEO: Sí, se escucha
todo. Lo de la visita al río, el tren, el temblor en el cuerpo...
DAMIÁN: (interrumpiendo, avergonzado) Sí, sí…
LEO: También eso de
los cassettes…
Damián no responde. Mora le hace a Leo un gesto de
negación con la cabeza sin que la vea Damián.
LEO: Vos sabés que
yo una vez tuve una novia, no la de antes, otra. Que me escribía cartas todo el
tiempo. Cartas de amor. Cartas de amor tal vez es normal, pero ella me escribía
todos los días. Compraba papeles de carta de distintos colores y me escribía.
Copiaba pedazos de canciones que le hacían acordar a mí, todo. Y yo me acuerdo
que al principio las leía muchas veces, porque ella escribía bien. Y las leía y
pensaba en ella.
Mientras escucha el relato, Damián sonríe y asiente. Mora
lo observa a Leo con seriedad.
LEO: Y ya después
de unos meses ni las abría. Las guardaba en un cajón y las dejaba ahí.
A Damián se le desdibuja la sonrisa. Mora comienza a
mostrarse interesada por el relato.
LEO: Y ella me
preguntaba qué me habían parecido y como yo no sabía que decir le daba un beso.
Y se ve que eso para ella era una respuesta porque después no me preguntaba
más. Después al final ya ni las guardaba, las tiraba directo. ¿Terrible, no?
Estuve como tres años con ella…
Damián con el seño fruncido mira a Mora. Mora lo mira y
le sonríe despectivamente. Damián se levanta. Tiene una mano en su estómago y
se masajea.
DAMIÁN: Voy al
baño. Me voy a hacer un té también.
MORA: Bueno…
DAMIÁN: ¿Me querés
acompañar?
MORA: …Ya estás
grande, Damián. (Le sonríe a Leo)
Damián sale. Se quedan Leo y Mora solos, ella se recuesta en el sillón. Mora cierra los
ojos, se tapa con su abrigo e intenta dormir. No puede. Leo la mira.
MORA: (Con los ojos cerrados) ¿Qué hacés?
LEO: ¿Qué?
MORA: ¿Me estás
mirando?
LEO: (mirándola) No.
Silencio.
MORA: ¿Ahora? ¿Me
estás mirando?
LEO:
(mirándola) No.
MORA: Yo te ví
mirándome esta noche.
Mora se incorpora y se acerca a él. Lo mira a los ojos.
MORA: ¿Por qué no
nos vamos?
LEO: ¿A donde te
querés ir? Es tarde, es de noche. No se puede.
MORA: No puedo
dormir acá.
Leo saca unas cartas de pocker del bolsillo y empieza a
hacer castillos con las cartas. Se desarman. Empieza de nuevo. Ella lo mira, a
lo que hace, lo mira a él.
LEO: Es aburrido.
MORA: ¿Damián?
LEO: Sólo mirar es
aburrido. Lo interesante es intentar hacerlo. Tratar de que no se te caigan.
Bah…en realidad eso no es nada, lo interesante en realidad es cuando uno piensa
para qué lo hace, si no sirve para nada. Si yo lograra usar todas las cartas
del mazo y que esto no se me cayera, ¿qué? ¿Vos creés que me sentiría mejor por
eso? ¿Cuánto tiempo? No sé si me entendés, lo interesante es justamente que
parece que me interesa algo que no tiene nada de interesante.
MORA: Sí, no sé,
puede ser…
Silencio largo. Incomodidad.
MORA: ¿Vos…viniste
a la fiesta por Lucas?
LEO: Lucas…No.
Silencio.
MORA: ¿Y amigo de
quién sos?
Leo no contesta. Se levanta y la mira parado al lado
desde arriba. Se dirige hacia ella y se sienta junto a ella en el sillón.
LEO: ¿Escuchaste lo
que te graba en los cassettes?
MORA: ¿Damián? No
sé, cosas. Es privado. No sé.
LEO: ¿Vos alguna
vez te preguntaste que te pasaría a vos si él se muere?
MORA: ¿Qué?
LEO: Cuando él te
dijo lo de que si te pasaba algo… quería decir si te morías, digo, yo me
pregunto si vos alguna vez te preguntaste lo mismo pero de él.
MORA: Ehhmmm…no.
Creo que no. No.
LEO: Claro…
MORA: ¿Claro qué?
Él no contesta. Saca del bolsillo un frasquito de alcohol
en gel. Se pone en las manos mirándola. Le ofrece.
LEO: ¿Querés?
Ella niega con la cabeza.
MORA: Me quiero ir.
¿Nos vamos?
El extiende
la mano. Deja caer el gel sobre Mora, que rápidamente pone su mano. Se juntan
las manos, se tocan. Se miran. El empieza a frotar con fuerza la mano de ella.
Ella se deja tocar las manos.
LEO: Sabés…
MORA: ¿Qué?
LEO: Siempre tengo
un mazo.
MORA: (soltando las manos con brusquedad) ¡¿Qué?!
LEO: (sin sacarle la mirada de encima) Que
siempre tengo un mazo, un mazo de cartas. Por las dudas. Hay veces que uno no
sabe qué hacer, y sacás el mazo y se abre un abanico de posibilidades. Parece
que no pero sí. Y no dependés del lugar porque con un mazo te adaptas a todo. (Pausa) Sé un truco. Si alguien me pide
lo hago. Es conocido, es uno que se trata de un hotel, que van llegando las
cartas que son como personas a las habitaciones…Y está el dueño del hotel. Y
las cartas se van acomodando de a una. Y en un momento se larga a llover, vos
tenés que ir contando la historia, eso es importante, la historia es el
cincuenta por ciento del truco, y en un momento todas las cartas se van
cambiando de habitación y a la mañana cada habitación tiene el mismo palo. Ese
es el truco. Si me lo pedís, te lo hago.
Mora se levanta. Camina hacia la ventana, nerviosa.
LEO: Te aburrís con
Damián.
MORA: Yo no sé…vos
disculpame, pero, yo ni siquiera te conozco, no sé quién sos. No sé por qué me
estás haciendo preguntas tan íntimas.
LEO: Soy Leo. Vivo
acá al lado. Vine a la fiesta igual que vos.
MORA: Perdón,
¡¡¿donde vivís?!!
LEO: …Acá… al lado.
MORA: ¿Y qué hacés
acá? ¡¡¿Por qué no te vas a dormir a tu casa, qué estás esperando vos?!!
LEO: Claro…
MORA:¡¿Claro qué?!
Damián vuelve del baño. Trae una taza de té.
Cuando entra registra algo raro del clima. Desde la puerta.
DAMIÁN: ¿Charlaban?
LEO: No.
Leo desarma
el castillo y guarda las cartas con violencia.
LEO: (a Mora) ¿Vos sabés lo que es sentirse
sólo?
DAMIÁN: Y… la
soledad…
LEO: ¿Vos sentiste
alguna vez esa sensación? ¿De que nunca en tu vida vas a encontrar a alguien
con quien quieras estar y que quiera estar con vos? ¿Vos sabés lo que es eso?
Por supuesto que no, porque vos lo tenés a él, que te aburre, que te parece
cursi, que te molesta pero que por lo menos está y podés salir con él y hablar
de cosas. ¿Por qué no me voy a dormir a mi casa?¡¡¡¿Por qué no me voy a dormir
a mi casa me preguntás?!!! ¡¡¡¿¿Y yo soy el que hago preguntas íntimas sin conocerte??!!!
Se corta la luz.
MORA: ¡Damián!
DAMIÁN: Acá estoy.
Tranquilizate. ¿Alguien tiene? ¿Tenés fuego vos?
MORA: No, no.¡ Si
no fumo, Damián! ¡Cómo voy a tener fuego!
DAMIÁN: Bueno, no
sé, pensé que lo tenías vos.
MORA: No, no lo
tengo. ¿Lo tenés o no?
DAMÍAN: A ver,
acá lo tengo.
MORA: Bueno, ¡prendelo
de una vez!
Prende. La habitación se ilumina un poco. Leo no está. Miran.
Se miran. Se quema. Apaga.
DAMIÁN: Ay!! Me
quemé!
MORA: Cómo que te
quemaste, no podés hacer una cosa bien, Damián! Yo no lo puedo creer!
DAMIÁN: Bueno,
Mora, es un encendedor, se calienta el metal y…
MORA: Sentiste
eso?!
DAMIÁN: Qué? Qué
cosa?
MORA: Me pasó algo
cerca!
DAMIÁN: Qué cosa?
Dónde estás? Mora?
MORA: Acá!
DAMIÁN: Escuchaste?
MORA: No! Qué?!!
DAMIÁN: A ver,
esperá…
Los dos hacen silencio. Intentan escuchar en la
oscuridad.
LEO: A lo mejor en
la cocina hay velas.
MORA: Dame!
Prende. Leo no está.
MORA: Damián por
Dios!
Corre hacia la puerta. El encendedor se apaga.
MORA: Damián, vamos
a buscar a alguien, dame la mano, dónde estás?!
DAMIÁN: Acá! Vení
para acá!
LEO: Los demás
deben estar durmiendo porque si no ya alguien hubiera venido. Acá hay una vela.
Fuego tenés?
Damián prende. Leo lo mira con la vela en la mano. No se
mueve. Se miran.
MORA: Damián,
prendé la vela, por Dios?!!
Vuelve la luz. Los tres están parados y quietos.
LEO: Ya está
amaneciendo.
Damián empieza a retroceder muy lentamente sin darles la
espalda. Leo se dirige hacia la ventana, mira hacia afuera. Ella lo sigue con
la mirada. Damián nota que sobre la mesita hay un castillo de cartas
perfectamente armado. Se espanta. No dice nada. Ella camina mirando a Leo hacia
el sillón. Se da cuenta de la cara de horror de Damián, ve el castillo.
MORA: Damián, nos
vamos!
Va hacia la puerta. Intenta abrir. No abre. Se desespera.
Leo sigue mirando por la ventana. Mora forcejea con la puerta, no abre, lo mira
a Damián.
MORA: Damián!
LEO: (sin mirarlos) Está abierta.
DAMIÁN: ¿Qué?
LEO: Está abierta,
fijate.
Damián se acerca despacio a la puerta. Gira la manija. Se
abre. Ella llora. Lo miran.
MORA: (dirigiéndose con violencia hacia Leo, Damián
la agarra de un brazo y la retiene) ¡¡¿Quién sos?!!
Leo se acerca hacia a ella tranquilo. Mora y Damián
retroceden un poco. La luz empieza a bajar lentamente.
LEO: Ya está
amaneciendo, ¿se van o se quedan?
MORA: Nos vamos!
Mora sale rápidamente sin esperar a Damián. Damián no
llega a reaccionar. Se quedan él y Leo solos. Leo le sonríe. Damián mira a la
puerta por la que Mora se acaba de ir. Vuelve a mirarlo a Leo confundido. Todo
queda a oscuras.
***
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