martes, 1 de marzo de 2016

#2 | Pequeños pasos para un gran cambio


Por Luz Lassizuk
La creatividad es una capacidad que todos tenemos desde que nacemos. No es cierto que algunas personas nacen con la suerte de ser creativas y otras no. De chicos, todos tenemos nuestra creatividad al alcance de la mano: nos animamos a inventar amigos invisibles, a dibujar el mundo que vemos, a inventar historias, a convertirnos en diferentes personajes, no tenemos miedo al ridículo ni a cometer errores. Luego, a medida que vamos creciendo - y, en gran parte, por la formación que recibimos (ya hablaremos de eso en próximos artículos) – esa creatividad se va adormeciendo.
Es importante recordar, entonces, que la creatividad está adormecida y que existen maneras de despertarla poco a poco, de recuperarla.
Aquí, algunas sugerencias para poner en práctica el “rescate creativo”:
1.     Hacerte tiempo. Uno de los principales enemigos de la creatividad es la sensación de que no tenemos tiempo para dedicarnos a ella. Tendemos a priorizar las obligaciones “clásicas” (trabajar, estudiar, etc.) como más importantes y tendemos a ocupar nuestro tiempo libre a menos que no haya nada “urgente”. Es fundamental cambiar esta forma de pensamiento. El tiempo creativo es tan vital como las otras obligaciones. Es sabido que la creatividad aflora en condiciones de armonía y relax más que en contextos de tensión. Por eso es importante generar(se) espacios libres de obligaciones y preocupaciones. Es imprescindible tomar esta necesidad al mismo nivel de importancia que las otras. Un ejemplo interesante para pensar esto: entre los latidos del corazón hay una pausa, un silencio. Cuando un médico ausculta al paciente, presta atención a la presencia o ausencia de ese silencio. Si escucha el silencio entre latidos, es signo de salud del corazón. El silencio (tiempo libre) es necesario para mantenernos sanos. Así, es productivo organizar el tiempo de trabajo y el de ocio. Una buena idea para lograr esto es agendarse  el tiempo que dedicaremos a nuestra tarea creativa. Sabemos que si esperamos a tener causalmente tiempo libre, es probable que jamás lo tengamos. Por eso, organizar nuestro día dejando espacio para tomar un taller de arte, leer, visitar un museo, dibujar, etc., nos permitirá darnos un respiro entre tantas “obligaciones”. Es importante no esperar que se den las condiciones para dedicarnos a despertar nuestra creatividad, sino crearlas. En este sentido, no es conveniente pensar en términos de “todo o nada”, no es necesario tener mil horas de actividades creativas en el día, pueden ser simplemente diez minutos, media hora, lo que se pueda. Lo que importa es que podamos dedicarle un ratito cada día, que podamos aprender a hacernos el tiempo. De a poco veremos que los efectos de tener esos pequeños espacios creativos son tan grandes, que nos las ingeniaremos para poder hacerles más y más lugar. Parafraseando el viejo dicho, la creatividad viene creando. Por ello, es importante hacer de la creatividad un hábito. En la medida en que genero espacios de creación, exploración y experimentación por el mero hecho de disfrutar de esas actividades, la imaginación se pone en funcionamiento y se potencia a  sí misma. De la misma manera que los músculos se tonifican a partir del ejercicio, la creatividad y la imaginación se expanden a partir de la práctica.
2.     Generarte espacios de nutrición creativa. Una vez que logramos hacernos el tiempo, tendremos que pensar en cómo podemos aprovecharlo. Una buena idea para despertar nuestra creatividad es nutrirnos de la creatividad que nos rodea. Visitar museos, leer libros de ficción, escuchar música, o incluso realizar uno mismo distintas exploraciones creativas como sacar fotos, dibujar, escribir un cuento, o simplemente observar atentamente el mundo que nos rodea, son todas formas de nutrición creativa. Ser creativo es imaginar caminos alternativos a los conocidos para abordar un tema. Cualquier actividad que estimula la imaginación es aliada de la creatividad. Alimentar la imaginación consiste en “salir a buscar” estímulos sensoriales (visuales, auditivos, olfativos, táctiles y gustativos), sin ningún fin más que “guardar” esa información sensible para que el cerebro pueda utilizarla cuando la necesite. No sabemos en qué momento ni cómo toda esa inspiración saldrá a la luz, pero lo que es seguro es que cuanto más nos nutramos de estímulos sensibles  más rápidamente desarrollaremos nuestra creatividad.
3.     Revalorizar el proceso frente al resultado. Nos educan desde chicos para valorar nuestros logros en relación a los resultados, prestando poca atención al disfrute del proceso. En este sentido, tendemos a intentar llegar directamente al resultado por el camino más corto y expeditivo. En lo que respecta a la creatividad, el camino más corto es el camino conocido. El apuro por encontrar una respuesta nos lleva a transitar los mismos surcos de pensamiento a los que estamos acostumbrados. Para encontrar respuestas creativas, y para estimular la creatividad, es fundamental transitar por caminos nuevos. Es por eso que es preciso valorar el proceso. Aprender a disfrutarlo, apreciarlo, darle tiempo. El resultado seguramente sea más original que si transitamos el camino rápido. En relación a la velocidad en la que vivimos actualmente, la solución para responder con rapidez (pero creativamente) no sería acortar el camino, sino, generar previamente los estímulos necesarios para poder tener más herramientas creativas a la hora de resolver una cuestión. Despertar la creatividad es un esfuerzo que requiere tiempo y dedicación, hay que tener paciencia.
4.     Generar un entorno apropiado para la apertura creativa. Los contextos armoniosos favorecen el surgimiento de ideas creativas, las emociones negativas atentan contra la creatividad. Dichos contextos abarcan tanto el espacio físico en que nos movemos, así como también nuestro espacio más íntimo: nuestro cuerpo y nuestras emociones. Conocer el propio cuerpo, aprender a escucharlo, poder relacionar emociones con manifestaciones físicas, forma parte del autoconocimiento y la apertura perceptiva necesaria para una apertura creativa. Nuestro cuerpo es nuestra herramienta, nuestras emociones están íntimamente relacionadas con él. Es importante experimentar diversas técnicas y descubrir cuál es la que funciona para cada uno, sabiendo que generar un contexto externo e interno armonioso es fundamental para ayudar a nuestra creatividad a florecer. Algunas posibles herramientas para lograr dicha armonía (no es una receta sino simplemente una sugerencia): meditación, yoga, mindfulness, trabajo corporal, escritura -de un diario o registro de los pensamiento de cada día, escribir lo que nos pasa, sin censura, genera una sensación de limpieza en los pensamientos y las emociones y una sensación de tranquilidad-, actividades artísticas, paseos al aire libre, contacto con la naturaleza. Todas estas sugerencias se basan en la afirmación de que “toda técnica o disciplina que te permita conocerte más, desarrollar tu inteligencia emocional, te hace literalmente, según la ciencia, más creativo. (…) Tener revelaciones creativas requiere poder escuchar señales muy sutiles y permitirle al cerebro hacer conexiones internas. Para esto la mente debe estar lo más calma posible.”[1]
5.    Apagar el pensamiento racional por un rato, dejarse fluir. Si buscamos despertar nuestra creatividad, es importante que estemos atentos a no censurarnos en nuestro intento. La clave del pensamiento creativo es no bloquearse o censurarse a uno mismo, sino estar abierto, dispuesto a explorar y a descubrir. Por eso, una aliado en nuestra búsqueda creativa será el animarse a improvisar, a “equivocarse”, a sentirse libre, a vivir nuevas experiencias, a inventar. El “cerebro creativo” se alimenta de todas estas acciones, y cuánto más espacio le dejemos, más crecerá. Por el contrario, el “cerebro racional” disfruta organizando, estructurando, corrigiendo y todo esto es lo contrario del fluir creativo. Ambas funciones del cerebro son importantes, pero es preciso darle a cada una el espacio y tiempo adecuados. Un escritor no puede empezar a corregir una novela si primero no se ha dado la libertad de que su escritura fluya creando mundos imaginarios sin censura previa. Una vez que su imaginación (creatividad) a generado innumerables opciones, su racionalidad las pondrá en orden, las estructurará, las corregirá para obtener como resultado la novela. Del mismo modo, en nuestra búsqueda del despertar creativo, deberemos primero dar rienda suelta a nuestra imaginación para entrenarla y despertarla. El sistema educativo en el que nos formamos, generalmente se ha preocupado por desarrollar nuestro “cerebro racional”, no debemos preocuparnos ya por eso. Lo que nos ocupa ahora, es desarrollar nuestro “cerebro creativo” y para eso es necesario dejarlo libre, permitirle expandirse y ver hacia dónde nos lleva.
"No se riega un jardín de una vez para siempre sino que hay que regarlo a diario: lo mismo con la imaginación.”[2]
En la búsqueda por recuperar la creatividad que todos tenemos, y que con el tiempo se ha bloqueado o anulado, debemos saber que lo importante es la perseverancia. No veremos los resultados de un día para el otro, sino que tendremos que aprender a disfrutar del florecer paulatino de nuestra capacidad de crear. Por supuesto que ello conlleva un esfuerzo y que en el intento aparecerán muchos “enemigos” (internos y externos) que querrán persuadirnos de que no vale la pena. Sin embargo, iniciar un camino de descubrimiento de nuestra creatividad, es también descubrirnos a nosotros mismos. Animarse a realizar ese recorrido es en sí mismo la recompensa.
 



[1] Bachrach. E., Ágilmente.

[2] J. C. Carriere – Bonitzer, Práctica del guión cinematográfico.

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