lunes, 5 de noviembre de 2018

Sobre "El ángel exterminador" de Luis Buñuel




La primera vez que vi El ángel exterminador de Buñuel fue hace muchos años, más de diez. En esa época yo me dedicaba solamente a la actuación y no me animaba todavía a la escritura teatral pero la miraba con cierta curiosidad. También por esa época había terminado la carrera de Filosofía. Recuerdo bien que una de las razones por las que, terminado el secundario, decidí comenzar dicha carrera fue porque sentía que tenía demasiadas preguntas y creía que estudiando qué pensaban otros podría encontrar alguna explicación tranquilizadora. Si la pregunta filosófica por excelencia era “¿Por qué?", alguien debía haber dado alguna respuesta, supuse yo ingenuamente. Por supuesto, no muy avanzada la carrera descubrí que eso era imposible, había tantas respuestas que finalmente era imposible encontrar tranquilidad de ningún modo. Paralelamente, en mi mundo teatral era otra la información con la que me desvelaba. Lejos ya del mundo inteligible, con mis amigos veíamos mucho teatro y hablábamos mucho de teatro. También de cine, de literatura. Así aparecieron en mi vida escritores, dramaturgos, cineastas y también esa sensación - a la que bauticé “sensación La Maga”, por el personaje de Cortázar -  de estar siempre medio afuera de las conversaciones y rodeada de gente que había ido más al teatro, visto más películas y leído más libros que yo. Todo ese mundo era para mí un mundo maravilloso, donde podía refugiarme en historias en las que mis preguntas existenciales no tenían respuestas concretas pero, aún así me sentía, de alguna manera acompañada. Esa sensación me llevó a querer incursionar en la escritura y la dirección teatral como manera de crear yo misma, y a partir de mis propias preguntas, esos mundos que admiraba y, en el mejor de los casos, generar refugios para quienes igual que yo, tuvieran un maremagnum en la cabeza. Sin embargo, cuando pensaba sobre qué escribir, o cómo hacerlo, otra vez aparecían los por qué bloqueando el camino. Por qué los personajes están en este lugar, por qué tal personaje hace o dice tal cosa, por qué empezar la obra en este punto de inflexión y no en otro, por qué escribir esto o aquello, por qué, por qué, por qué. En medio de todo esto, llegó a mi vida El ángel exterminador. En una charla con amigos se mencionó la película. Algunos la habían visto y otros no, y alguien dijo algo así como se trata de un grupo de personas de la alta sociedad que están en una fiesta y poco a poco se van dando cuenta de que no pueden salir de la casa y nunca se explica por qué. En mi cabeza resonaron las últimas palabras: nunca se explica por qué. 
Alquilé la película en dvd ese mismo día en el video club del barrio y organicé mi cita con Buñuel totalmente expectante, era la primera película que veía de él. Uno de los diálogos más hermosos de la peli y del mundo, creo yo, es el siguiente:

¿Lo ven ustedes? ¿Qué me dicen de esta situación?
- La verdad no sé, parece inverosímil. O quizá demasiado normal. Para mí lo malo es que nadie se hace esas preguntas.

El Ángel exterminador es una de mis películas preferidas por eso, porque no se explica nada, las cosas suceden por más inverosímiles que parezcan. Y no es necesario hacerse esas preguntas. O, mejor dicho, no son necesarias las respuestas. No se necesita entender y aún así, se entiende todo. A su vez, el concepto de inverosimilitud adquirió otro significado para mí: no nos parece inverosímil lo que no se parece a la realidad, sino lo que no se parece a lo que podemos entender. Le solemos pedir a la ficción algo que no le pedimos a la vida misma, que sea explicable y, por lo tanto, entendible.


Creo que por esa razón, la obra de Buñuel generó un gran impacto en mí: descubrí la enorme libertad creativa que me otorgaba el hecho de comprender que no es necesario dar tantas explicaciones ni saber tanto cuando uno escribe una obra. Que lo interesante no es por qué los personajes hacen tal o cual cosa o si es lógica tal o cual situación, sino qué es lo que los personajes hacen en un contexto determinado, cuáles son las reglas que uno crea y cómo hace accionar a los personajes según ellas. Hasta ese momento creía, porque me habían enseñado así, que lo verosímil se construía explicándolo todo, los móviles de la acción, el pasado, bla, bla, bla. Aquella noche, gracias a Buñuel entendí que lo "inverosímil" también puede suceder, y de hecho sucede, en el teatro y en la vida: no siempre hay explicaciones coherentes para los acontecimientos y, sin embargo, éstos son perfectamente posibles. Tal vez lo verosímil es precisamente que hay cosas que no se pueden entender. ¿Quién podría decir que la ausencia de respuestas sería para mí algo tan bellamente tranquilizador? ¿Quién podría decir que la vida es verosímil después de todo? 


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Texto escrito para la sección FAN del suplemento RADAR de Página 12.
Podés leer el artículo publicado acá: FIN DE FIESTA

martes, 2 de octubre de 2018

Interior de un bote celeste



Antes de cumplir los setenta Helena se había encaprichado con dejar en el mundo objetos que hablaran de ella. No puede ser que casi tenga setenta años y tan pocas cosas interesantes que hablen de mí cuando ya no esté, decía. Entonces aprendió a tejer. Cuando era chica pensaba que de vieja me gustaría tener el pelo todo blanco, hacerme rodete y tejer por las mañanas. Cuando cumpla setenta tengo que saber tejer y dejar mis tejidos como testigos de mi existencia. Y se compró las agujas y las lanas y por las mañanas tejía sentada en la cama, en camisón, con un gesto de concentración extrema. Pero aunque intentara, Helena no había nacido para la quietud, Helena es movimiento. Le llevó dos meses tejer sólo una bufanda del tamaño de un pañuelo. Cortita y con agujeros me quedó, decía, como la vida misma. Ese es el mensaje que dejo al mundo y se mataba de risa de su impaciencia. Y a mí me encantaba verla reír.

Fragmento. Interior de un bote celeste. 2018.

jueves, 12 de julio de 2018

Cerdos



El dueño de este campo está haciendo negocios en la ciudad. Las personas con mucho dinero son así, siempre están haciendo negocios en alguna parte. Luis, el peón principal, quedó a cargo de todo mientras está ausente el patrón. Luis es joven pero no tanto. Hace tiempo se dedica a criar a los cerdos. Los ve nacer, los cuida, los alimenta, se ocupa de que crezcan bien y finalmente se encarga de matarlos y convertirlos en carne para la venta. Hace años que vive en este campo y se dedica a lo mismo. Hoy Luis, está sentado junto a un árbol llorando. Días atrás tenía nuevamente que carnear a uno de los cerdos. Agarrarlo de las patitas aunque llore y grite, degollarlo sin piedad y esperar que se desangre solo. Pero no pudo. El cerdo elegido esta vez no lloró, no se resistió, no se movió siquiera para intentar salvarse. Luis sorprendido miró al cerdo a los ojos. Sintió que tenía la inocencia que todos los animales tienen en la mirada. Y el cerdo lo observó. Luis sintió que en esos ojos se expresaba algo así como un grito de justicia, ¿Por qué? ¿Por qué?, parecía gritar mudamente el cerdo. Luis creyó que esa pregunta no era sólo del cerdo, que la pregunta porcina se transformaba en su propia pregunta. ¿Por qué lo haría? Sintió la necesidad de abrazar al cerdo, abrazarlo fuerte, como un padre abraza a un hijo cuando lo ve llorar. El cerdo aceptó el abrazo y Luis se dio cuenta de que tendría que irse de allí.
Ahora, sentado junto a un árbol llora por todos los cerdos que mató, por toda la sangre de la que es responsable. Y piensa en que todavía puede salvarse y salvar a sus cerdos. Piensa que después de todo los vio nacer, los alimentó, los cuidó y nunca vio a ninguno de ellos morir de viejo. También de viejo quisiera morir yo, piensa, en algún lugar muy lejos de este campo.


Fragmento. Zoom. Luz Lassizuk. 2013

Acerca de los rituales en el arte



(Texto escrito a propósito del estreno de "El tiempo hecho añicos", obra de música experimental de Ezequiel Menalled, con textos y visuales de Luz Lassizuk)


Mientras miro a los técnicos y a lxs otrxs artistas preparando el montaje siento una emoción enorme. Siempre me pasa igual en los montajes y antes de cada función de todas las obras que hice. Hay un momento en que me abstraigo de la tarea, del apuro, de los nervios, de las decisiones, de las soluciones y miro la escena desde afuera y pienso: esto es hermoso, todxs preparando la magia como una sorpresa para regalarle a otrxs. La previa de una función tiene la magia y el amor de quien prepara un regalo sorpresa. Y eso vale todo. Y hoy me pregunté también: "por qué lo hacemos? Por qué nos importa esto que no le importa a casi nadie?" Y pienso que es porque crear esa magia es lo que nos hace sentir vivxs, nos hace seguir creyendo que no está todo dado, todo determinado, sino que todavía pueden existir sorpresas, todavía pueden valer la pena los rituales y los regalos y todavía podemos encontrar belleza en medio de lo horrible del mundo. 
Y que todo eso pase porque nos juntamos con otrxs tanto a crear como a compartir las creaciones es lo que termina de dar sentido a todo. 

Mañana estrenamos "El tiempo hecho añicos" y estoy feliz y me siento de fiesta. 
Que viva esta magia siempre!

Ph. Soledad Allami

Querido invierno





Querido invierno:

No hacía falta esto, yo que siempre te quiero y hablo bien de vos y mal del verano...
Tengo 30 dosis para que resolvamos esto de la mejor manera posible y sin rencores. Tengo una obra que estrenar en Septiembre y algunas otras cosas que también me gustaría hacer como salir a andar en bicicleta, ir a ver obras de teatro sin miedo a toser en la función, poder grabar audios de whatsapp de corrido. Me gustaría que podamos encontrar el modo de convivir pacíficamente. Creo que el amor que nos tenemos vale la pena el esfuerzo por llevarnos bien este año. Sé que es un año difīcil para todos, pero bue...
Te pido que lo pienses y que volvamos a conversarlo en 29 días. Que recuerdes todas las veces que viajé atravesando océanos solo para ir a buscarte y estar cerca tuyo todo el año. La mayoría de las personas desearía vivir un verano eterno. Pero yo no. Yo te quiero a vos, incondicionalmente. Me gusta todo de vos: usar pulloveres de lana, bufandas, guantes, tomar bebidas calientes (sobre todo café), dormir con pijama y muchas capas de frazadas, que salga humo por mi boca y se me ponga colorada la nariz, me gusta sentir tu frío al sol, tomar y cocinar sopas, las duchas de agua caliente. Te agradezco que seas la excusa perfecta para disfrutar de los abrazos al sol, de los abrazos en la cama, de las tertulias de mujeres cerca de la estufa, de mi gato acurrucándose en mi regazo o a los pies de mi cama.
Confío en que vas a saber comprender y revisar tu actitud. El médico dijo que vuelva en un mes para hacerme unos estudios y ver cómo estoy. Para esa época nos va a quedar todavía más de un mes juntos y me da ilusión pensar que vamos a poder compartir ese rato de felicidad plena antes de que lleguen las alergias primaverales.
Te pido disculpas si hice algo que te hizo sentir mal. Es verdad que a veces cuando la gente se queja del frío contesto que sí, que qué barbaridad. Pero no es lo que siento realmente. Vos lo sabés. A mí no me gusta quejarme de vos, lo hago solo para seguirles la corriente. 
Te re quiero, invierno. 
Hasta el cielo polar.
Hablamos en un mes.
Te mando un abrazo, de esos complicados de dar por tantas capas de abrigo.
Luz.

(Julio 2018)