El
trabajo creativo, sea en el área que sea, siempre es a la vez
maravilloso y terrible. Maravilloso cuando las ideas fluyen sin parar,
cuando la creación nos guía, cuando entendemos claramente cuál es el
camino a seguir y nos dejamos llevar por el proceso placenteramente.
Terrible cuando aparecen los bloqueos, los miedos, las inseguridades, e
incluso los avatares económicos.
En
este recorrido de expansión creativa siempre resulta inspirador conocer
cómo otras personas llevan adelante sus procesos creativos, cómo lidian
con los obstáculos que se les presentan, cómo piensan la creatividad y
cómo se piensan a sí mismos como creadores.
De
la curiosidad de saber cómo se llevan otros con sus vidas creativas,
nace esta serie de entrevistas – que serán publicadas en diferentes
ediciones – para escuchar las voces de otros, inspirarnos, darnos
aliento y seguir pensando la creatividad como herramienta de
transformación del mundo y de nosotros mismos.
Con ustedes, SOLEDAD ALLAMI

¿Cuál y cómo fue tu primer contacto significativo (por positivo o negativo) con alguna actividad creativa?
Si
bien mi familia no es una de esas en las que abunden los artistas o
para las que la actividad artística sea un valor en sí mismo, desde bien
chica me incentivaron para que tomara clases de danza. Y a mi me
encantaban. Hacía danza y gimnasia deportiva todos los fines de semana y
dos veces durante la semana. Lejos de entender que se trataba de una
actividad creativa, bailar era para mí algo inevitable, lo disfrutaba
mucho, no faltaba nunca a las clases y me esmeraba por aprender todos
los pasos y todas las coreografías. Pensándolo desde ahora, había algo
de tanto disfrute para mi en esas actividades que excedía lo
performático. Yo era una nena muy inquieta, tenía mucha energía y
necesitaba moverme, y creo que bailar era la mejor manera de aprovechar
esa energía disponible. Las clases de danza solo las interrumpí cuando
comencé la secundaria porque iba al colegio a la tarde y mis horarios
comenzaron a ser más complicados. Pero en cuanto terminé el colegio
volví a retomarlas, y desde entonces sigo bailando.
¿Qué lugar ocupa la creatividad en tu vida hoy? ¿En qué consiste tu trabajo creativo?
La
creatividad ocupa un lugar importante de mi vida actual. Soy fotógrafa y
trabajo tanto artística como comercialmente en ese ámbito. Además de
mis fotos personales, trabajo para revistas, agencias de publicidad y
diseñadores de indumentaria, todos ámbitos en los que las ideas se
proponen y comparten en el equipo y se van desarrollando en distintas
etapas hasta llegar a las imágenes finales. Por otro lado doy talleres
de fotografía y aunque no sea tan evidente, la creatividad también ocupa
un lugar fuerte en el diseño de las clases y actividades de cada
taller.
Sigo
sin poder y sin querer dejar de bailar, y ese sigue siendo mi cable a
tierra, el lugar por donde conecto con mi cuerpo y por donde investigo
otra clase de lenguaje y de expresión.

¿Consideras
que hubo un momento en tu vida en que saliste de tu zona de confort y
diste un salto a lo desconocido? ¿Cuándo y cómo te fue?
Creo
que cuando uno se dedica a una actividad ligada a la creatividad los
saltos a lo desconocido se dan más frecuentemente de lo que uno puede
imaginar. Recuerdo algunos momentos clave en los que sentí la necesidad
de generar vías de salida de mis lugares más cómodos, que en principio
me dieron miedo, pero que luego comprobé que eran necesarios y hoy los
agradezco.
El
primero fue a mis 22 años, cuando en la mitad de la carrera de
Sociología decidí que quería darle espacio a un asunto que me había
quedado pendiente: continuar estudiando fotografía. Había hecho un curso
introductorio cuando terminé el colegio, junto con el ingreso a
Sociología. Tres años después sentí una necesidad fuerte de retomar eso
que se me había abierto con el curso de foto. Y me anoté en una escuela
para seguir investigando en el lenguaje fotográfico. Ese fue el primer
salto. Y tan fuerte fue que si bien terminé la carrera de Sociología
casi al mismo tiempo que la de fotografía, solamente me dediqué a esta
última.
Tiempo
después di un nuevo salto: dejé mi trabajo de secretaria en un estudio
de diseño para dedicarme a ser asistente de fotografía. Me costó, porque
al principio pensé que iba a tener un trabajo que al final no salió,
pero de a poco fui organizando una agenda de colaboraciones y
asistencias freelance que me permitieron mantenerme y seguir aprendiendo
desde adentro mismo del oficio.
Un
nuevo salto fue cuando, ya trabajando como fotógrafa, me di cuenta que
no me alcanzaba solo con “trabajar” de eso y empecé a buscar talleres
para explorar mi lenguaje más artístico y personal. Y ahí empecé a
asistir al taller de Guillermo Ueno y más tarde al de Ignacio Iasparra,
gracias a los cuales fui encontrando qué es lo que me mueve a
fotografiar, qué sentido tiene la fotografía en mi vida, qué expresan
mis fotos, qué quiero decir a través de ellas.


¿Qué bloqueos o dificultades encontrás para tu creatividad? ¿Qué herramientas usás para evitarlos?
Los
bloqueos son tan inevitables como los saltos a lo desconocido. La
actividad creativa requiere que uno mantenga abierto ese canal de
conexión con uno mismo que a veces, sumergidos como estamos en la
vorágine del día a día, se ve interferido.
Cuando
trabajo en equipo los bloqueos no son tan frecuentes y se producen
sobre todo luego de largas jornadas de trabajo, más por cansancio que
por otra cosa. Pero en mi trabajo personal, lo cierto es que muchas
veces paso largos ratos sin hacer fotos. A veces esto sucede porque la
actividad comercial se come la artística sin dejarle espacio, y a veces
por pura resistencia, por “no saber qué fotografiar”. Siempre que entra
el “saber” en el medio, yo tiendo a sospechar de que hay un bloqueo en
puerta. No sé qué fotografiar? No importa que no sepa, es más, mucho
mejor! Lo que importa es fotografiar. Después vemos qué sale.
Lo
cierto es que todavía no sé bien cómo evitar los bloqueos. Lo que si
aprendí es a no desesperar cuando los reconozco. Solo escucharlos, y
quizás poner un poco de voluntad y hacer fotos porque sí, aunque sea con
poca expectativa de resultados, solo para pasar el rato amargo de
sentirme bloqueada y que luego se libere esa presión y dejar que algo
nuevo aparezca. Por lo demás, algo que me sirve mucho es estar en
contacto con distintas expresiones artísticas: leer, ver obras de
teatro, ir a museos, a muestras, para encontrarme con cosas que me
nutran, que me den ganas de investigar, que me inspiren…
¿Cómo combinás tu actividad creativa con la necesidad de generar dinero para vivir?
Trabajo
comercialmente y gano dinero dedicándome a la fotografía de moda y
publicitaria, al mismo tiempo que intento no descuidar mi producción
artística. Si bien no es lo mismo, mi actividad comercial es creativa, y
todo el tiempo me desafía a encontrarle el lado por el que mi mirada es
distinta a las otras, aunque no sea el lugar por el que más me exprese
personalmente. Por otro lado, la docencia es un espacio que supone altas
dosis de creatividad, sobre todo cuando trabajo con adolescentes, que
se aburren rápidamente y necesitan un estímulo constante desde el armado
de las actividades y clases que les propongo. Así que en mi caso la
actividad creativa y ganar dinero van de la mano, aunque el espacio de
mayor expresión personal que encuentro no sea el que me de dinero. No
por ahora, al menos.

¿Cómo es, en general, tu proceso creativo? ¿Identificás algunas etapas que se repiten siempre?
En
mi fotografía artística, no puedo identificar una forma de trabajo que
se repita siempre igual. Sobre todo porque no suelo trabajar con temas
prefijados con anterioridad a hacer las fotos. De hecho muy pocas veces
voy a hacer fotos con una idea previa de lo que quiero hacer. Trabajo
más bien con situaciones cotidianas. La fotografía me ayuda a entender
la vida y me permite quedarme con algunos momentos, algunas personas,
sensaciones, luces, que me son significativas. Lo que si ocurre
inevitablemente luego es el trabajo de edición. La forma en la que el
material final se muestra sí requiere de un trabajo de unir las imágenes
unas con otras, armando cuerpos más o menos homogéneos, que dependiendo
de la ocasión después formen una muestra, un libro, un fanzine, una
serie.
En
mi trabajo comercial, siempre hay una idea planteada con anterioridad,
que por lo general trae el cliente que me contrata, al que yo le
devuelvo mi interpretación y mi aporte, para llegar juntos a un concepto
que es el que vamos a intentar transmitir desde la campaña fotográfica,
y que luego se va a integrar al diseño que se le aplique. Es un trabajo
más en equipo, en el que mi mirada es una más que aporta al resultado
final.
¿A qué personas creativas admirás?
Admiro
en general a las personas que están abiertas a experimentar en su vida
cotidiana, sea grande o chico ese ámbito de experimentación,
profesionalizado o guiado por pura voluntad y necesidad de conocerse más
a sí mismos. Por eso me gustan los artistas que a través de su arte
entienden el mundo que los rodea, que se plantean preguntas desde sus
composiciones e improvisaciones, desde sus cuerpos o sus miradas sobre
su entorno.
Maestros
e inspiradores son para mi Guillermo Ueno y Nacho Iasparra en el ámbito
de la fotografía, y en el de la danza Leticia Mazur, Juan Onofri y
Marta Lantermo.

Algo más sobre Sole
Es fotógrafa, socióloga y estudiante de astrología.
Su
actividad comercial como fotógrafa de moda y publicidad convive con su
trabajo artístico: participó de numerosas muestras colectivas y
actualmente forma parte de Asociación Causal, un colectivo de
fotógrafos.
Coordina
el taller de fotografía para adolescentes en el Colegio de la Ciudad y
dicta talleres particulares en su propio estudio en Buenos Aires.
Podés ver sus fotos acá:
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