Cada vez que
me despierto temprano, cansada,
deseando que algo pase y poder dormir un rato
más pero igual me levanto.
Cada vez que
cargo las bolsas pesadas del supermercado
y me quedan las marcas rojas de la
estrangulación de mis dedos.
Cada vez que
no voy al teatro porque si no no llego a fin de mes.
Cada vez que
me angustio porque no veo cómo será mi vida
veinte años hacia adelante.
Cada vez que
no tengo tiempo para almorzar
y me atraganto con una galletita Frutigran mientras
espero el colectivo.
Cada vez que
voy a trabajar pensando que debería renunciar.
Cada vez que
vuelo en una aerolínea barata en la que las azafatas desaparecen cuando hay turbulencias
y no se sabe si es que ya se tiraron en paracaídas o sólo están durmiendo.
Cada vez que
pasan meses sin ver a las personas que quiero.
Cada vez que
pierdo el sentido del tiempo en los mares de la web.
Cada vez que
no me animo a decirle a alguien lo que necesito.
Cada vez que
no me animo a necesitar nada o a nadie.
Cada vez que
siento que mi espalda va a partirse en dos
y me da culpa detenerme a descansar.
Cada vez que
mi gato no viene a buscarme a la puerta cuando vuelvo a casa.
Cada vez que
en todo el día no tuve un rato para ver la luz del sol.
Mi vida estuvo
en peligro.
(Mayo 2016)
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