sábado, 2 de julio de 2016

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Cada vez que me despierto temprano, cansada,
deseando que algo pase y poder dormir un rato más pero igual me levanto.
Cada vez que cargo las bolsas pesadas del supermercado
y me quedan las marcas rojas de la estrangulación de mis dedos.
Cada vez que no voy al teatro porque si no no llego a fin de mes.
Cada vez que me angustio porque no veo cómo será mi vida
veinte años hacia adelante.
Cada vez que no tengo tiempo para almorzar
y me atraganto con una galletita Frutigran mientras espero el colectivo.
Cada vez que voy a trabajar pensando que debería renunciar.
Cada vez que vuelo en una aerolínea barata en la que las azafatas desaparecen cuando hay turbulencias 
y no se sabe si es que ya se tiraron en paracaídas o sólo están durmiendo.
Cada vez que pasan meses sin ver a las personas que quiero.
Cada vez que pierdo el sentido del tiempo en los mares de la web.
Cada vez que no me animo a decirle a alguien lo que necesito.
Cada vez que no me animo a necesitar nada o a nadie.
Cada vez que siento que mi espalda va a partirse en dos 
y me da culpa detenerme a descansar.
Cada vez que mi gato no viene a buscarme a la puerta cuando vuelvo a casa.
Cada vez que en todo el día no tuve un rato para ver la luz del sol.
Mi vida estuvo en peligro.

(Mayo 2016)

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