Mostrando entradas con la etiqueta Textos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Textos. Mostrar todas las entradas

viernes, 8 de abril de 2022

En la cima de mi mundo


 

En la cima de mi mundo.
Estos dos.
Y en los peores días
también
un pájaro vuela al fondo,
casi imperceptible,
recordándonos
que
está nublado, pero.
En la cima de mi mundo.
Estos dos.
De la mano.

viernes, 24 de julio de 2020

Cambiar de paisaje




Mi lista de cosas que extraño está encabezada por "Cambiar de paisaje". Aunque sea un ratito, viajar, mirar por la ventanilla, sentir el viento fresco en la cara, caminar sin tiempo, perderme antes de volver. Cada día me escapo un momento en mis pensamientos para darme aire, darme fuerza. Pienso o, más bien, me asaltan los pensamientos, en cómo será el después de todo esto. Mi imagen de fin de cuarentena es así: todxs corriendo al parque, a un gran parque, a abrazarnos con todxs, con la familia, lxs amigxs, lxs vecinxs y lxs desconocidxs también. Y que el abrazo dure un rato, el contacto cercano. Y que después todxs bailemos al son de una música que suena en el parque y que pase el tiempo entre danzas y el sol nos ponga color en la cara y que, entre sonrisas, se haga de noche y bebamos y bailemos. Hasta que llegue el nuevo día y, cansados, nos recostemos en el pastito, uno sobre otro, como animales durmiendo y dándose calor. Y al despertar, la nueva vida. Lista para ser descubierta, con olor a jazmín chino volando en el aire y sonidos de pájaros y cada quien regresando de a poco a su casa a bañarse, a comer, a cambiarse la ropa y a volver al parque más tarde para estar cerca de nuevo porque así se ha decretado, porque así salió en el diario y en la web y en las app de cuidado: "acercamiento social permitido y satisfactorio."
.

A mi querida Margarita





De alguna manera, cada día, entro a las redes a buscarla, como si solo fuera una cuestión de paciencia, como si tarde o temprano - de tanto ver fotos, videos, leer poemas, poner me encanta en los posts sobre ella - en algún lugar, alguien, alguna burocracia del más allá, decidiera admitir que se han equivocado, que ha sido todo un error, que mil disculpas por las molestias pero que no, que Margarita no puede no estar más en el mundo, que se la necesita, que se la quiere con locura. Tal vez de tanto multiplicarla en esta virtualidad, de tanto hacerla aparecer en la memoria, de tanto nombrarla, de tantas palabras escritas para ella, alguna burocracia del más allá se esté reuniendo ahora, en una mesa larga y ovalada a definir cómo hacer, cómo devolverla, devolvérnosla, sin levantar mucho la perdiz, porque devolver a personas del más allá no está de acuerdo a las reglas. Imagino que estarán esos que siempre están, que dicen que no puede cambiarse nada, que lo hecho hecho está. Y estarán también los otros, los que nos verán aquí, en este mundo, llorando, extrañandola, haciendo rituales personales, levantando altares públicos y privados, estarán esos, digo, que nos tendrán piedad, que pensarán, como yo pienso, que no es justo hacerle tanto daño a tanta gente. Y levantrán sus manos esqueléticas para decir que sí, para votar a favor de que Marga regrese. Tal vez, en este momento están debatiendo, y habrá algunos indecisos también. Y yo imagino, o deseo, o necesito creer que si hacemos ruido, que si seguimos multiplicándola, si la llamamos, si gritamos y lloramos fuerte, esos burócratas del más allá van a decidir que sí, que la mandan de vuelta. Porque además, ya Margarita se estará encargando de hacer estallar las cabezas de unos cuantos allá y es sabido que si algo quiere la muerte es que se descanse en paz. 
Entonces, otra vez va a sonarme el teléfono pero ahora para decirme que ya pasó el viento del desamparo, que Rosa o Muerte, que hagamos un invento, que la revolución sigue siendo un sueño eterno. Que Marga sigue siendo.

lunes, 8 de junio de 2020

Ahora





Teo duerme en mi regazo.
Mi cuerpo, quieto, atrapado en el sillón.
Sus manitos se mueven cada tanto, lentamente, rozando el aire y dibujando líneas invisibles
Lo veo dormir.
Pasa el tiempo.
Pienso en todo lo que haría si me pudiera mover.
Ahora
haría cosas.
Las cosas de antes.
O incluso dormir,
que es algo de antes.
Pero ahora,
ahora es siempre ahora.
Estoy acá.
Con él.
Lo miro.
El tiempo pasa distinto.
Y
podría moverme en realidad pero
elijo la quietud para verlo.
Pienso
que eso
es también lo que pasa en mi vida ahora.
Ahora,
ahora mismo
elijo quedarme quieta.
Ponerme en pausa.
No hacer las cosas de antes.
Para mirarlo a él.
Dormir.
Jugar.
Reirse.
Descubrir el mundo.
Y me angustia la quietud
porque siempre pienso que es mejor el movimiento
pero ahora.
Ahora.
Quiero mirar a Teo.
No perderme nada de él.
Y también ahora,
Ahora me extraño.
Extraño la vida de antes
que todavía se pelea con esta vida
que le sacó su lugar.
Y aun así ahora.
Ahora
están las dos vidas acá,
la yo de ahora y la de antes
en este sillón,
atrapadas,
mirando a Teo que duerme,
que hace una pausa en su vida
porque su tiempo es infinito 
y una pausa no es gran cosa.


lunes, 16 de diciembre de 2019

De noche




De noche.
Agarro tu manito en la oscuridad.
No solo para que sepas que estoy.
También yo me siento a salvo 
si me das la mano mientras dormimos.

martes, 28 de mayo de 2019

Yelmo




Después de dos años de mudanza y la promesa diaria de llevarla a arreglar un día, finalmente ayer la amada licuadora Yelmo fue analizada minuciosamente y el veredicto indicó que no era posible su reparación. Hoy la despedimos no sin agradecerle infinitamente por todo lo que nos acompañó y lo felices que nos hizo. Desde los mediodías en la cocina de mi infancia viendo cómo entraban una a una las verduras y desaparecían en una mezcla espesa, las tardes de licuados de banana en los que me volví experta gracias a ella (y aunque me siguen saliendo bien no es lo mismo hacerlos con los dispositivos modernos) hasta las noches de fiesta en casa donde mi amigo Santi nos deleitaba a todxs los presentes con sus maravillosos daikiris. Quienes hayan estado en alguna de esas fiestas, estoy segura de que nos recordarán picando hielo a los golpes contra la mesada para cuidarla a ella y que no trabajara de más. La licuadora Yelmo es y será parte de nuestra historia y de nuestros dias felices. Los cambios de época se hacen notar, será que empieza una nueva era en esta casa. Te recordaremos siempre con amor. Nada será igual a partir de ahora. Gracias por todos los momentos felices que compartimos. Yelmo for ever! Qué difíciles son las despedidas siempre. 


domingo, 12 de mayo de 2019

s/t




Extrañarte y buscarte en los espacios de esta casa 
es parte de la rutina de estos días.
Se vio también al gato deambular entre tus cosas.
Ya falta menos, le digo.
Y él corre como loco entre los muebles,
haciendo ruido y tratando de disimular tu ausencia.



jueves, 12 de julio de 2018

Querido invierno





Querido invierno:

No hacía falta esto, yo que siempre te quiero y hablo bien de vos y mal del verano...
Tengo 30 dosis para que resolvamos esto de la mejor manera posible y sin rencores. Tengo una obra que estrenar en Septiembre y algunas otras cosas que también me gustaría hacer como salir a andar en bicicleta, ir a ver obras de teatro sin miedo a toser en la función, poder grabar audios de whatsapp de corrido. Me gustaría que podamos encontrar el modo de convivir pacíficamente. Creo que el amor que nos tenemos vale la pena el esfuerzo por llevarnos bien este año. Sé que es un año difīcil para todos, pero bue...
Te pido que lo pienses y que volvamos a conversarlo en 29 días. Que recuerdes todas las veces que viajé atravesando océanos solo para ir a buscarte y estar cerca tuyo todo el año. La mayoría de las personas desearía vivir un verano eterno. Pero yo no. Yo te quiero a vos, incondicionalmente. Me gusta todo de vos: usar pulloveres de lana, bufandas, guantes, tomar bebidas calientes (sobre todo café), dormir con pijama y muchas capas de frazadas, que salga humo por mi boca y se me ponga colorada la nariz, me gusta sentir tu frío al sol, tomar y cocinar sopas, las duchas de agua caliente. Te agradezco que seas la excusa perfecta para disfrutar de los abrazos al sol, de los abrazos en la cama, de las tertulias de mujeres cerca de la estufa, de mi gato acurrucándose en mi regazo o a los pies de mi cama.
Confío en que vas a saber comprender y revisar tu actitud. El médico dijo que vuelva en un mes para hacerme unos estudios y ver cómo estoy. Para esa época nos va a quedar todavía más de un mes juntos y me da ilusión pensar que vamos a poder compartir ese rato de felicidad plena antes de que lleguen las alergias primaverales.
Te pido disculpas si hice algo que te hizo sentir mal. Es verdad que a veces cuando la gente se queja del frío contesto que sí, que qué barbaridad. Pero no es lo que siento realmente. Vos lo sabés. A mí no me gusta quejarme de vos, lo hago solo para seguirles la corriente. 
Te re quiero, invierno. 
Hasta el cielo polar.
Hablamos en un mes.
Te mando un abrazo, de esos complicados de dar por tantas capas de abrigo.
Luz.

(Julio 2018)

jueves, 10 de noviembre de 2016

un sueño



Abro los ojos y veo el blanco despintado del techo de mi cuarto. Entran apenas unos rayitos de luz por entre las persianas. Veo un punto negro en el techo en donde debería estar la lámpara colgada. Se ve borroso desde la cama. Pero parece que el punto se mueve. Trato de levantarme para mirarlo de cerca pero descubro que no puedo. Mi camisón está pegado al cuerpo y éste a la cama. Intento con fuerza pero no logro deslizarme ni un milímetro. El punto en el techo sigue moviéndose, o al menos eso me parece a la distancia. Abro la boca para gritar pidiendo ayuda pero no sale la voz. Me esfuerzo otra vez, tomando aire profundamente, pero apenas logro emitir sonidos deformes, como si estuviera hablando bajo el agua.
Cierro los ojos para llorar. Me duele la panza, la garganta, se me revuelven las tripas y tengo ganas de vomitar. Pienso que mi mamá siempre decía que a los bebés hay que acostarlos de costado para que no se ahoguen si vomitan de noche. Yo no puedo moverme. Voy a morir ahogada en mi propio vómito, pienso. Del asco que me genera esta imagen vomito de repente. Una catarata amarronada sale de mí hacia arriba, como un geiser y se estrella contra el techo, contra el punto negro del techo.
Sigo boca arriba en la cama que ahora es agua, un agua cristalina en la que yo hago la plancha y mi camisón se mueve como una medusa en el mar. El punto negro sigue en el techo pero ahora es una gota gigante y marrón que cuelga. Miro alrededor y no hay nada, solo el mar calmo y transparente, la orilla a lo lejos y el techo arriba con la gota que cada vez se estira más hacia abajo, a punto de caer.
Me alejo de ella sin perderla de vista, nadando estilo espalda. El camisón se desprende de mí con el movimiento del agua y quedo vestida solamente con una maya deportiva color azul con rayas celestes en los costados.  La gota marrón que cuelga del techo cada vez es más grande y ya casi roza el agua.
De golpe se desprende y cae. Veo que la mancha marrón pasa buceando por debajo de mi cuerpo. Giro y hundo mi cabeza para mirar la mancha y veo un caballo, marrón con un snorkel, que se desplaza hacia el fondo.
Intento divisar hacia dónde va pero siento que alguien me tira fuerte del pelo y me hace sacar la cabeza del agua. Aprovecho para tomar aire mientras veo unos azulejos celestes y la tapa de un inodoro. La mano que sostiene mi pelo hunde mi cabeza en el agua nuevamente. El fondo sigue siendo cristalino pero el caballo ya no está.
Sin tiempo para observar nada más, de nuevo el tirón en el pelo, de nuevo los azulejos celestes, de nuevo el fondo del mar vacío, ya no puedo respirar, de nuevo el tirón de pelo, mi boca se abre intentando tomar aire, me arden los ojos.
No voy a decirlo, grito abajo del agua pero mi voz solo es un sonido amorfo.
Siento en la nuca el frío de un metal contra mi piel, escucho un sonido seco que emite su eco a través del agua. Mi cuerpo se vuelve blando, como antes mi camisón, como antes medusa y me voy hacia el fondo moviendo mis tentáculos al ritmo del agua que ahora, de a poco, se tiñe de rojo.

sábado, 2 de julio de 2016

#



Cada vez que me despierto temprano, cansada,
deseando que algo pase y poder dormir un rato más pero igual me levanto.
Cada vez que cargo las bolsas pesadas del supermercado
y me quedan las marcas rojas de la estrangulación de mis dedos.
Cada vez que no voy al teatro porque si no no llego a fin de mes.
Cada vez que me angustio porque no veo cómo será mi vida
veinte años hacia adelante.
Cada vez que no tengo tiempo para almorzar
y me atraganto con una galletita Frutigran mientras espero el colectivo.
Cada vez que voy a trabajar pensando que debería renunciar.
Cada vez que vuelo en una aerolínea barata en la que las azafatas desaparecen cuando hay turbulencias 
y no se sabe si es que ya se tiraron en paracaídas o sólo están durmiendo.
Cada vez que pasan meses sin ver a las personas que quiero.
Cada vez que pierdo el sentido del tiempo en los mares de la web.
Cada vez que no me animo a decirle a alguien lo que necesito.
Cada vez que no me animo a necesitar nada o a nadie.
Cada vez que siento que mi espalda va a partirse en dos 
y me da culpa detenerme a descansar.
Cada vez que mi gato no viene a buscarme a la puerta cuando vuelvo a casa.
Cada vez que en todo el día no tuve un rato para ver la luz del sol.
Mi vida estuvo en peligro.

(Mayo 2016)

Extrañarte es.





 Extrañarte es
volver a casa después de un largo día
con el cuerpo preparado para un abrazo
que no va a recibir.


 

I N F A N C I A


I N F A N C I A

Un campo inmenso, con mucho pasto. Alto, finito y verde. El horizonte se alcanza a ver a lo lejos porque hay mucho espacio entre una casa de madera y otra. Las nubes pasan rápido empujadas por el viento fresco. El olor a sol, el calor del sol en medio del invierno. Los pies que, descalzos, juegan a correr en el pasto, sintiendo la humedad, tocando la tierra con los dedos, ensuciándose las uñas con una línea de roña negra que se limpiará después, más tarde, en la bañadera de la casa en la que el cuerpo se sumergirá por largo rato hasta que las yemas de los dedos envejezcan ochenta años de golpe. No se sabe bien dónde termina el campo, la mirada se pierde en una distancia sin fin. Los pies y la pollera verde con volado de florcitas naranjas se mueve mientras el cuerpo baila al son del viento. El aire frío en la cara, el cielo, la forma de un conejo que se esconde en una nube, los pensamientos son de felicidad.
En un instante, el cielo se prepara para una tormenta. Las nubes cambian su color y el blanco del conejito se vuelve negro. Aunque no terminó el día el cielo ya es todo oscuridad. Casi sin tiempo para entender algo los pies se separan del suelo y el cuerpo comienza a girar en el aire. Un torbellino, un huracán, una fuerza misteriosa y desconocida que marea hasta vomitar. Todos los colores se mezclan, todos los sonidos son de viento. El tiempo se hace borroso e infinito.  La caída en el pasto, el raspón de la tierra en las rodillas y el dolor que hace la piel cuando deja ver la carne. No se sabe cuán lejos o cerca está el hogar, no se sabe si será posible algún día encontrar el camino para volver a casa.

Mayo 2016

Hernia lumbar



Ya no será,

ya no cargaré las bolsas del supermercado a casa,

no daré saltos mortales, no saldré nunca a correr,

no empujaré los muebles para reordenar el living,

no haré pogo en recitales, ni viajaré con mochila, ni daré vuelta el colchón.



No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca

ni si era de verdad lo que dijeron que era,

ni si fue levantar peso,

o fue algo postural,

ni cómo hubiera sido no tener miedo al dolor,

ni sentir la sensación de estar rota para siempre.



Mi cuerpo ya no será para mí más que una casa que duele,

una bomba de tiempo,

un árbol hachado intentando no caer.



No alzaré a mis hijos nunca.

No ayudaré en tu vejez.

No evitaré los calmantes.

No caminaré al morir.






(Inspirado en el poema "Ya no será" de Idea Vilariño)

martes, 1 de marzo de 2016

La sabiduría de las palomas

  
Después de cinco meses de vivir en el país donde siempre está nublado, vuelvo a mi casa en Buenos Aires y me encuentro con esta sorpresa: una paloma decidió unilateralmente construir su hogar en una de las macetas, de una de mis plantas, de una de las ventanas de mi casa. Este hecho funciona como disparador de una serie de pensamientos y sentimientos que se mezclan. Pienso/Siento que estoy volviendo a mi hogar (dejando otra casa que también es mi hogar) pero a la vez mi hogar, este hogar, se volvió extraño. Es casi igual al hogar que dejé meses atrás, pero no es el mismo. Me incomoda algo. Algo me angustia. Necesito volver a hacerlo propio otra vez.
Mientras trato de evitar el impulso de salir corriendo y volver al país de las nubes gigantes, pienso en la paradoja de que esta paloma ahora siente este espacio como su hogar y yo vuelvo buscando ese sentimiento.
Pienso que tenemos muchas cosas en común Paloma y yo. No nos importa que nuestra casa no tenga muchas amenities, si nos alcanza para hacer nuestro nido y sentirnos a salvo. Nos encanta salir a volar por el mundo, pero de vez en cuando también quedarnos en un sólo lugar creando/criando. Paloma se asusta a veces, y sale volando. Pero siempre vuelve a cuidar su nido. Yo también me asusto a veces. Y también me voy. Y también siempre vuelvo. Paloma no sabe qué le va a suceder mañana: tal vez viene una tormenta, un viento fuerte y se arruina todo el esfuerzo que le llevó construir su nido. Pero Paloma no se preocupa por el futuro, hace lo mejor que puede con el presente. Yo tengo mucho que aprender de Paloma.
Mientras la miro empollar sus huevitos me pregunto (y le pregunto en silencio) cómo hacer, cómo animarse a quedarse en un entorno hostil, cómo perder el miedo al fracaso, cómo inventar nuevas formas de expansión propia y cómo ayudar en la expansión de otros. Paloma me mira de coté, en silencio. Y su escucha atenta me lleva a las profundidades de mis preguntas existenciales: cómo ser feliz en este lugar? cómo ser feliz en general, existe eso? debería vivir acá o en otro lado? cómo hacer para hacer lo que a uno le gusta? es posible que no se termine el amor? cómo evitar la angustia y disfrutar el momento? cómo hacer para que lo malo no le gane a lo mágico?
Paloma me mira. Yo la miro. Nos miramos. Y ella sale volando de repente. Yo la observo esperando una respuesta. Ella, parada en lo alto sobre un cable que cruza el cielo me susurra: "Hay que poner huevo, querida. No queda otra, hay que poner huevo".